(Nota: Recomiendo escuchar esta canción para ambientar la lectura)
Es tarde, el sol se ha marchado hace tiempo por el horizonte. Una solitaria voz resuena entre las calles. Algunos escombros se agitan levantando polvo.
La voz sigue resonando con sus suaves tonos. Una explosión resuena con fuerza, la silueta de un edificio se desdibuja en medio de una ráfaga de polvo. La delicada voz femenina canta con suavidad, impasible ante el desastre.
Un ave negra se desliza entre las nubes —alguna vez pudo ser blanca, pero la negrura ha cubierto su plumaje a término indefinido—, es el fantasma de la guerra, el cadáver de la paz muerta largo tiempo atrás. Si se mira con especial minuciosidad, se puede ver que sus alas están teñidas de sangre seca. Su plumaje abundante cubre la piel tiesa. Sus alargadas garras brillan con filo letal. De sus plumas cae ceniza.
La voz se agita lastimera, su melodía se debate, negándose a extinguirse. Un paisaje color ceniza oculta rostros inmóviles, montículos de piedra, carne, metal y hueso. La silueta del ave oscura se esfuma en el horizonte. La voz se extingue suavemente.
Paisajes grises, muertos, ceniza y un vacío en la existencia. Lo único que queda después de la guerra.
Creo que este escrito debería ser publicado y conocido en otros medios, es ingeniosa la manera el la que se plantea interactuar con la música, sobre todo hace que las palabras te conmuevan, la descripción del ave toca fibras y mueve sentimientos. Hermoso!